miércoles, 22 de julio de 2009

EL ORDEN DE LA MEMORIA (Un brevísimo fragmento)

















Había perdido el autobús, y el próximo tren que debía tomar salía a las ocho de la mañana de la ciudad. Sin otra combinación posible, Nancy creyó que subir a coches de desconocidos le resolvería el problema..." (pag. 185)


domingo, 19 de julio de 2009

EL ORDEN DE LA MEMORIA (un brevísimo fragmento)


















"Eloy Granero se acerca al ventanal y contempla la avenida. Hasta donde le alcanza la vista puede ver cinco quioscos. Cinco quioscos con más de cincuenta ejemplares, cada uno, de la revista Gente. Cincuenta portadas y cincuenta revistas al alcance de cualquiera" (Pag. 90).

lunes, 13 de julio de 2009

EL ORDEN DE LA MEMORIA (un brevísimo fragmento)

Pasada la medianoche, tres horas después de iniciar la marcha, cuando empieza a creer que no ha sido una buena idea, un coche se acerca a lo lejos. Es un pequeño Fiat de color blanco, y Nancy cree distinguir la silueta de dos personas en los asientos delanteros. El coche se detiene junto a ella. Sonriente, Nancy se inclina ante la ventanilla…

lunes, 6 de julio de 2009

NUEVA NARRATIVA, DE JOAQUÍN PÉREZ AZAÚSTRE


EL tiempo es la medida vital del novelista, es su piel y es su capital. El tiempo, tiempo, es el cartucho seco en una bandolera, el aquilatamiento de un disparo antes de susurrar el toque del gatillo. El tiempo es el espacio entre la mirada y el gatillo, es una densidad que una vez firme ya no necesita las palabras. Tiempo es lo que tiene Eloy Granero, el protagonista de la última novela de Salvador Gutiérrez Solís, que es una lectura fina y minuciosa para cualquier verano. Yo me le ha leído hace muy poco, en el Hotel Atlántico de Cádiz, en la terraza abierta sobre el césped con el piano de fondo.

El orden de la memoria se titula la novela, orden como la de un álbum fotográfico con las instantáneas de una vida, orden alterado por esa lucidez que da el vacío, orden de un hombre con tiempo que está fuera del tiempo, que es un espectador aburrido de su propia vida pública al frente de una cadena de grandes almacenes; porque, su vida interior, de pericia psicópata y sangrienta como la del estrangulador de Boston, es su rabia torcida ante la negación de un tiempo propio. ¿Quién es dueño, realmente, de su tiempo? No lo es desde luego Eloy Granero, ni muchos de los lectores de estas líneas o de El orden de la memoria. ¿Quién puede, realmente, ordenar su memoria, acotar esas lindes, estructurar al fin su propia vida? Salvador Gutiérrez Solís lo ha conseguido en un relato exacto y bien trabado, con pulcritud de oficio y ambición psicológica, que también se coloca a la cabeza de una narrativa: porque esta novela habla del miedo y del horror, pero desde el miedo y el horror, no desde la disquisición ensayística, que adormece la historia, o desde el disparate surrealista de un efectismo atronador de ketchup. Así, por mucho que nos extrañe, también hay críticos con muy poco talento, y si para valorar una novela es necesario haber leído antes veinticuatro como calentamiento, entonces la novela no funciona o necesita una andamiaje excesivo.

La clave de toda esta reciente narrativa a cuya cabeza se ha situado ahora Salvador Gutiérrez Solís es hablar del miedo y del horror, de la vaciedad que da el exceso, sin que se evidencie esa intención, sin que la coartada sociológica trate de ocultar la necedad estilística. Es, claro, Don DeLillo, y es Cosmópolis, y la fragmentación como respiración tradicional, pero no como ingenuidad renovadora. En otras palabras: verdadera modernidad y honradez narrativa que no requiere artificio teórico. El orden de la memoria es una gran novela de ahora mismo que se leerá bien siempre, es la precisión y es la sugerencia en el relato, esa sutileza que narra en los detalles de tantos personajes verdaderos pura vida cierta, una fotografía del desastre.

Artículo de Joaquín Pérez Azaústre para Grupo Joly

RESEÑA EN CUADERNOS DEL SUR


Como si de un inventario de perversiones se tratara, así puede calificarse la última novela de Salvador Gutiérrez Solís (Córdoba, 1968), El orden de la memoria (2009), un narrador que hasta el momento había entregado una curiosa colección de novelas protagonizadas por un novelista malaleche, como titulaba la primera de la serie, La novela de un novelista malaleche (1999), a la que siguieron, El batallón de los perdedores (2006) y, una descarnada visión de la tribu literaria, Guadalajara 2006 (2006). Germán Buenaventura, el escritor a sueldo, es el ejemplo de la mejor vanidad y de la peor mediocridad del mundillo literario. Con El orden de la memoria (2009) Gutiérrez Solís da un salto vertiginoso en su trayectoria narrativa, no solo a nivel editorial, mucho más comercial y de mayores posibilidades, sino en el planteamiento de la propia historia: Eloy Granero, presidente y dueño de una empresa familiar, Almacenes Granero, una cadena en expansión, verdadero escaparate del personaje que representa, nos cuenta su pasado cuando recibe un sobre que contiene una fotografía cuya imagen nunca ha podido olvidar.
El personaje creado por Gutiérrez Solís, como es habitual en él, es aséptico, intrascendente, incluso resulta en ocasiones antipático, pero que va creciendo a medida que avanzamos en su lectura, hasta tal punto que se convierte, pese a su actitud o talante ante la vida, en algo familiar y hasta perfectamente reconocible en la sociedad actual. Granero irá contando al hilo del relato, sus andanzas de juventud y sus correrías rurales de señorito, sus cursos académicos en la Norteamérica de drogas, escándalos y prostitución, realizará un esclarecedor viaje con el padre enfermo, apuntará sus sonados divorcios, la expansión de la empresa en Portugal o sus conquistas más recientes, aunque siempre con una nítida imagen de fondo desde donde es observado: la tienda de fotografía que regenta Claudia, una mujer madura, a quien Eloy Granero conoce desde hace más de veinte años y que, en ocasiones, él mismo observa desde su domicilio. Surge así, en un momento, de la historia la necesidad de ordenar la memoria en tanto algunos aspectos de su pasado han quedado sin justificar, y solo son los grandes momentos los que configuran la existencia de este singular personaje a quien la vida, pese a todo, ha tratado muy bien.
Gutiérrez Solís domina con eficacia la trama narrativa, condensa y salpica su historia con una acertada prosa, nos sumerge en el mundo de la pasión, la perversión, incluso se atreve a redimir a su personaje, transitando en esa delgada línea de sombra que proporciona la inocencia de un pasado juvenil, retrocediendo a lo largo de los breves capítulos para que el lector recomponga el puzzle de una vida hasta el final, cuando ese personaje de fondo, Claudia, emerja para que, de alguna manera, justifique la existencia de Eloy Granero en los más de cien carretes guardados en una sólida caja de aluminio.

Cuadernos del Sur

Pedro M. Domene